
Andrés les había escrito una carta muy emotiva a los reyes magos .Por lo tanto, sería el primero en recibir su regalo.
Ninguno de los tres pudo imaginar que el niño vivía en un country.
Había que armarse de paciencia. Un largo camino a recorrer.
No tenían la menor idea de lo que les esperaba en todo su trayecto.
De pronto, se toparon con un puesto de control. Un señor de uniforme los detuvo para exigirles que ingresaran si dejaban sus documentos. Por suerte, el único que lo llevaba consigo fue Melchor. A continuación, se indagó si portaba un arma en sus ropas o en el interior de la bolsa. El guardia debía certificar si no era un farsante.
Camino al domicilio de Andrés, una tropa de perros entrenados le salieron a su paso. Estos, no tenían otra intención que cerciorarse, si el intruso traía buenas intenciones.
Cuando, creyó que la tranquilidad regresaba a sus pasos se encontró frente al domicilio de Andrés .Al buscar por donde ingresar, unas gigantescas rejas lo detuvieron.
Al avanzar sobre el parque que envolvía la vivienda, sus luces se encendían ante el menor respiro.
No estaba familiarizado con los dispositivos de seguridad. El provenía de un mundo diferente .Un mundo dónde el prójimo no constituía una amenaza.
Se sentó para acomodar su desilusión y, de paso secar sus lágrimas.
Un desvelado gorrión que observaba la escena, decidió ayudarlo. Tomó con su pico el regalo y lo ingresó por la única abertura, el ventiluz del baño. ¡Qué susto se llevaron! No podían creer que hasta el pequeño paquete pudiese enfadar la imperceptible alarma.
El barrio se convulsionó. Las sirenas de los patrulleros sembraron más pánico. Las chicharras, aturdidas por las irritables sirenas cantaban con mayor fuerza.
No quedaba otra que disparar del lugar por temor a quedar preso.
Melchor terminó su carrera al tropezarse con la pared del puesto de vigilancia, en dónde esperaban sus compañeros.
¡Qué susto! No quedaba tiempo para tomarse un respiro.
Antes, que unos tenues rayos de sol se asomaran, los reyes tomaron el sobre de Matías. No se podía leer con claridad el nombre de la calle y mucho menos su número.
Opinión va, opinión viene, terminaron usando la lupa que Gaspar llevaba entre sus ropas.
Al llegar frente a domicilio, se encontraron con un empobrecido galpón. Una cortina de arpillera oficiaba de puerta.
Unos gatos desteñidos oficiaban de portavoz de las visitas. Pero en esta oportunidad callaron.
El niño les solicitaba desde el año anterior un carrito, pues que trabajaba por las noches, junto a su madre acopiando vidrios y cartones.
De manera, de asegurarse que no le faltase un trozo de pan y una taza colmada de leche.
Ninguno de los tres se atrevió a responder a su impensado pedido. Sólo depositaron en la mesa de su hogar, una nota junto a su regalo. En ella, le contaban que su visita era para mantener viva la esperanza, durante los trescientos sesenta y cinco días, de modo que la magia no se les escape de su tierna edad.
Los reyes magos se retiraron convencidos de su decisión. Jamás aceptarían que los niños trabajen.
Adelante Norita...¡Felicitaciones!!..Marta
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